En los últimos meses ha ido creciendo en la sombra una crisis energética que tendrá consecuencias a gran escala.
Según los expertos, estamos en un momento de “locura”, con unos precios desbocados de la electricidad y el gas justo en la antesala del invierno, la época del año con más demanda y que se concentra principalmente entre los meses de noviembre y marzo. Además de los sucesivos récords históricos que ha marcado el precio de la luz, el del gas se ha multiplicado por más de tres veces en lo que va de año.
El mercado da por hecho que la escalada de precios no dará una tregua al menos hasta primavera y avisa de que se avecinan unos meses muy complicados. En líneas generales, los expertos consultados por idealista/news destacan que el gasto de las familias en energía subirá con fuerza, lo que mermará su consumo y su capacidad de ahorro. Para el tejido empresarial, la crisis energética pondrá en jaque su competitividad internacional y en muchos casos incluso su supervivencia. Y todo ello afectará a la recuperación económica de España y supondrá un freno a la creación de nuevos puestos de trabajo.
Por qué estamos en esta situación
Pero antes de empezar a desgranar las consecuencias de la crisis energética que se está gestando, conviene recordar cómo hemos llegado hasta este punto.
Según explica la Asociación Española del Gas (Sedigas), “los factores que han provocado la situación actual son varios y todos ellos están interrelacionados y se derivan de las dinámicas de la oferta y la demanda en los mercados globales de la energía”. La asociación afirma que el problema es global y está impulsado “el resultado de la combinación de un fuerte crecimiento de la actividad económica, que demanda más energía para sostener la recuperación tras el fin de las restricciones provocadas por la pandemia, y una oferta disponible menor de la esperada. A todo esto, hay que sumar factores climatológicos de gran relevancia que se han sucedido durante todo este año en diferentes partes del mundo, como un frío y largo invierno en Europa (con temporales como el de Filomena en España), una ola polar que afectó al este de Asia y América del Norte en el primer trimestre de 2021, y sequías en varias regiones del planeta muy dependientes de la generación hidroeléctrica, como Brasil, que han exigido una mayor aportación del gas”.
Verónica Rivière, presidenta de GasINDUSTRIAL, asociación que representa a los consumidores industriales del gas en España, habla de una “locura energética”, y alerta de que los factores estructurales y cíclicos que están provocando esa tensión en los precios «seguirán calentando los mercados gasistas mundiales y auguran un invierno complicado”.
Nos encontramos en un escenario que tiene “importantes implicaciones y es un riesgo importante para la recuperación, teniendo además en cuenta que coincide con más encarecimientos de costes, como son los aumentos de precios de materias primas y de fletes marítimos, y con una escasez de suministros industriales”, según explica María Jesús Fernández, economista senior de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). La economista insiste en que “ya se habla de shock energético, como en las crisis del petróleo de los años 70” y que, pese a que se espera que “el precio del gas baje a partir de la primavera, no se prevé que retorne a los niveles anteriores a este ascenso. Es decir, que una parte de este encarecimiento es permanente”.
Los problemas que provocará en los hogares
La escalada de los precios que se está produciendo en el mercado mayorista tendrá un impacto directo en la economía de las familias.
La propia Fernández recalca que el escenario actual “reduce la capacidad adquisitiva de los consumidores, que ahora pagan más en sus facturas, por lo que reducirán su consumo de otros bienes y servicios”.
En esa misma línea, Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, alerta de que las principales consecuencias serán una “subida de la inflación, la pérdida capacidad adquisitiva de las familias y el deterioro del consumo y la demanda, factores vitales en nuestro crecimiento”.
Ese es el argumento que también maneja Antonio Espiñeira, director general de Energía de Lantania, quien sostiene que “el precio de la energía se acaba trasladando a todos los ámbitos de la economía y, por tanto, el consumo se puede ver seriamente afectado al reducirse la renta disponible de los hogares y al aumentarse el coste de los bienes. Este descenso de consumo se puede ver especialmente agravado si uno de los especialmente afectados es el coste de los alimentos que influye doblemente en la reducción de renta disponible para el consumo de otros bienes”.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recuerda que actualmente se están produciendo “demasiados máximos en las facturas”, y alerta de que “la luz por las nubes, la subida del gas y de los carburantes suponen una combinación temible para los bolsillos de los consumidores españoles, ya castigados por la crisis”. Sus cálculos apuntan a que, de media, los hogares deberán de hacer frente a un sobrecoste anual de más de 800€
Jaque a las empresas
Además de los hogares, la crisis energética también tendrá consecuencias en el mundo empresarial. En este sentido, la economista senior de Funcas afirma que “reduce los márgenes empresariales, lo que podría frenar el crecimiento de la actividad y, en consecuencia, la recuperación del empleo será menor” y recuerda que “algunas empresas ya han anunciado paradas en su actividad productiva”.
También añade que la situación actual “abre la posibilidad de un escenario de traslado de la mayor inflación hacia las negociaciones salariales, lo que empeoraría aún más las condiciones de oferta y generaría una expectativa de aumento a largo plazo de las tasas de inflación por la generación de espirales precios-salarios, lo que se traduciría en mayores tipos de interés”.
No podemos olvidar que actualmente la industria consume actualmente cerca del 60% del gas en España (el sector residencial supone un 13,6%) y es su principal fuente de energía y materia prima. Según explican desde GASIndustrial, sectores como el químico, el cerámico, la alimentación, la siderurgia y el papel, que son grandes consumidores de gas, verán disparados sus costes. “En condiciones normales, la factura del gas para la industria representa más de 4.500 millones de euros, pero en lo que va de año se ha multiplicado por cuatro. Hagan la cuenta”, recalca la asociación. E insiste en que la industria atraviesa una “situación límite”, con un aumento continuo de los casos de paradas y ceses de producción por el incremento de los precios del gas. “Nuestras industrias están sufriendo una auténtica pandemia energética que amenaza realmente su supervivencia, una situación que clama con urgencia que se apliquen medidas excepcionales que palien esta inédita escalada”, agrega.
El director general de Energía de Lantania, por su parte, también insiste en que habrá un fuerte encarecimiento de las materias primas y de los costes logísticos, y alerta de que “todos estos factores se combinan en una tendencia inflacionista muy preocupante en un contexto económico de recuperación poscovid no consolidado y que podría llevarnos a una nueva tensión económica que muchas empresas, especialmente en Europa, tendrían muchas dificultades de superar tras el debilitamiento sufrido con la pandemia sanitaria”, señala.
Lastre para las cuentas públicas y freno al PIB
Además del impacto que tendrá todo lo anterior en la economía y la generación de empleo, la economista de Funcas afirma que la crisis energética “empeora el déficit de las cuentas públicas, ya que, aunque aumenten los ingresos por impuestos sobre productos energéticos, esto es más que contrarrestado por otros efectos opuestos: medidas sociales para paliar el impacto sobre hogares de menor renta, aumento de las pensiones y sueldos públicos si se vinculan al IPC (que en octubre ha escalado en tasa anual hasta el 5,5%, el máximo en 29 años, según el dato adelantado del INE) y la reducción de la recaudación por IVA con respecto a la que habría tenido lugar sin este fenómeno, por la compensación que hacen los consumidores de la mayor factura energética con el menor gasto de otros bienes y servicios”.
Al final, resume Fernández, “el encarecimiento del gas, que es una materia prima que tenemos que importar (cerca del 95% del gas que consumimos procede del exterior), supone un empobrecimiento del país. Así es como hay que entenderlo: el país que importa esta materia prima es ahora más pobre de lo que era antes. Y por tanto se refleja en un menor nivel de vida de sus ciudadanos”.
La crisis energética, de hecho, ya se está dejando notar en las previsiones macro de los expertos. Según el presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, todos estos factores pueden deprimir el crecimiento entre un 0,4% y 1%. Funcas, por su parte, ha revisado a la baja sus previsiones del PIB y ha aplicado un recorte del 1,2% en su pronóstico de 2021 solo por el encarecimiento de la energía, mientras que BBVA Research afirma que, sin la subida de los precios de la energía, la economía podría haber crecido hasta 1,4 puntos más este año.
Actualmente, el consenso calcula que el PIB avanzará este año a un ritmo de entre el 5,1% y el 5,7%, por debajo de las estimaciones iniciales y del 6,5% que actualmente mantiene el Gobierno. Otros organismos como el Banco de España también han anunciado que revisarán a la baja su previsión de crecimiento.
Los expertos insisten en que España podría ser uno de los países más afectados por la crisis energética a corto plazo, ya que podría producirse una crisis inflacionista y de consumo que afectaría de manera significativa al turismo europeo, que supone uno de los grandes motores de nuestra economía.
Los cortes de suministro: poco probables
Son varios los factores que apuntan a que el suministro de gas está garantizado en España, a pesar de que desde el 31 de octubre Argelia ha cortado el envío a través del gasoducto Magreb-Europa (GME), que pasa por Marruecos.
En primera instancia, el país se ha comprometido a mantener el suministro a través del gasoducto Medgaz, que une el país norteafricano con España, y complementarlo con cargamentos de gas natural licuado (GNL) que se transportará en barcos. El calendario de entregas, eso sí, todavía está pendiente por definir y esta solución supondrá un sobrecoste, debido al encarecimiento logístico de las flotas.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que España tiene más de una docena de países suministradores de gas y, por tanto, está muy diversificado. Además de Argelia (que aglutina cerca del 46% de las importaciones), también compramos gas a Nigeria (12,1%), EEUU (10,6%), Rusia (10,5%), Qatar (5,3%) o Francia (4,2%).
Además, contamos con seis plantas de regasificación en puntos como Bilbao, Barcelona, Sagunto, Cartagena o Huelva. Como explican desde la asociación Sedigas, “en España contamos con una amplia y robusta infraestructura gasista (casi un tercio de las terminales de regasificación de gas natural licuado de toda Europa están aquí) y una elevada diversificación en el origen de nuestras importaciones, por lo que no estamos expuestos a la dependencia de un único suministrador”.
Junto a estas razones se suman que se han incrementado las subastas para descargar buques (los llamados ‘slots’) y que se están ejecutando todas las medidas operativas necesarias para poner a disposición la máxima capacidad de las infraestructuras y que es posible aumentar el grado de utilización de las mismas (en los últimos años ha estado por debajo del 80% de la capacidad en los dos gasoductos de Argelia).
Con todo ello, las probabilidades de que se produzca un corte de suministro son limitadas. En este sentido, Rodrigo Yagüe, profesor de OBS Business School, afirma que el riesgo de que este invierno se produzca un desabastecimiento de gas natural para las familias en España es «realmente bajo», aunque alerta de una «escalada enorme de su precio durante los próximos meses».
Sin embargo, el hecho de que Medgaz se haya quedado como gasoducto de referencia de Argelia aumenta el riesgo de que se puedan producir problemas técnicos, y algunos expertos sí contemplan cortes de suministro puntuales en la industria.
Por ejemplo, Daniel Lacalle, doctor en economía y economista jefe de la firma de inversión Tressis, ve muy probable que haya cortes en las llamadas industrias ‘interrumpibles’, cuyos contratos con las empresas comercializadoras incluyen cláusulas que permiten modificar el suministro, ya sea por una necesidad de la parte oferente como de la demandante.
Una mala planificación sin solución a corto plazo
Diferentes expertos afirman que la situación actual, al margen de las tensiones de la oferta y la demanda y del factor climatológico, viene derivada de una mala planificación en la transición energética por parte de los líderes mundiales.
Como argumenta el director general de Energía de Lantania, “la crisis energética está vinculada con el retraso de la implantación de renovables y su papel dentro del espectro de fuentes fiables de energía. Esta crisis se agrava con medidas demasiado precipitadas (como aparcar los ciclos de gas, la generación con carbón y la discontinuidad de las nucleares) para el estado de madurez y despliegue de las fuentes alternativas que tienen que suponer la base de generación de energía a medio plazo. En definitiva, una mala planificación energética”.
En esa misma línea, el economista Daniel Lacalle subraya que el escenario que estamos viviendo es una “consecuencia directa de una transición energética ideológica que no tiene criterios técnicos ni tiene en cuenta la realidad de la industria. La transición energética hacia las energías limpias se debe regir por cuestiones de ompetencia, no por un calendario, porque al final lo que se está generando es una mayor dependencia de las energías fósiles a corto plazo. No podemos decir a las empresas energéticas que inviertan miles de millones para perder dinero y sin garantizarse contratos a largo plazo. La apuesta por la energía renovable debe conllevar la involucración de la industria, no ir en contra de la industria».
La economista senior de Funcas también advierte de que la subida del precio del gas no tiene solución a corto plazo, “porque viene determinado en los mercados internacionales por las condiciones globales de oferta y demanda. El precio más elevado incentivará las inversiones en aumentos de la capacidad de producción de gas, pero eso tardará mucho tiempo en materializarse y reflejarse en los precios internacionales. Medidas del tipo de subvencionar los precios energéticos por parte del Estado no solucionan, sino que esconden el problema, y conducen al final a mayores problemas. Eso es lo que se hizo en la crisis del petróleo a finales de los 70, y al final el ajuste posterior tuvo que ser peor”.
El presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas también cree que es difícil tomar medidas a escala nacional, porque “este mercado es mundial y sus parámetros se escapan de soluciones internas”. De hecho, Pedraza asevera que “las medidas puestas en marcha por nuestro Gobierno, como la bajada del IVA o la intervención temporal en las eléctricas, están teniendo escasa incidencia en el coste interno de la energía. Las posibles soluciones pueden estar en el medio y largo plazo, lo que no solventan los problemas creados en la actualidad pura y dura”.
Fuente: Idealista. Artículo de Ana P. Alarcos